En 1860 un amplio sector de la Huerta del Retiro del Alcázar es cedido para hacerse público al Ayuntamiento de Sevilla. El municipio obtiene así una franja de terreno que por su dimensión longitudinal y su situación a extramuros, en paralelo a la muralla de los palacios reales y enfrente del Prado de San Sebastián donde se celebraba la Feria, resultaba idóneo para crear un salón, un tipo de paseo arbolado propio de grandes capitales europeas, con ejemplos en España como el madrileño Salón del Prado o la misma Alameda de Hércules sevillana. La erección de este salón o paseo puede verse como un intento, por parte de la corporación local, de hacer olvidar el carácter rural que todavía distinguía a Sevilla en el siglo XIX y sustituirlo por la imagen de modernidad, propia de una ciudad burguesa, que suponía crear una zona verde periurbana de carácter no ya productivo y de huertas, sino ornamental y de recreo.
El hecho de que, desde su ordenación como salón, fue siempre ésta una zona arbolada lo demuestra la denominación de Paseo del Pino por la que fue conocida, en alusión a un gran ejemplar que desapareció recientemente. Su aspecto actual deriva de todos modos de la intervención de la década de los 20 del siglo XX, cuando Juan Talavera y Heredia diseña un paseo al añade al elemento vegetal espacios monumentales, junto bancos y arriates que recuerdan al cercano Parque de María Luisa. Se crea así un paseo burgués, elegante conexión por lo demás del centro urbano de Sevilla con el recinto de la Feria y la Exposición Iberoamericana de 1929 que se celebraría en los propios terrenos del Parque de María Luisa.